Por: Edgardo Atilio Moreno
A principio de los años 70, el Club de Roma –una de las organizaciones masónicas que promueven el Nuevo Orden Mundial- publicó un informe alertando sobre las consecuencias que tendría el crecimiento de la población mundial en relación a la disponibilidad de recursos alimentarios y petroleros en el primer mundo.
Por aquella época también, y en sintonía con ese informe, se emitió en los EE.UU el famoso Memorandum 200 de Henry Kissinger. Dicho Memorando -como se supo luego de su desclasificación- advertía que el crecimiento de la población mundial constituía un peligro para la seguridad de los EEUU., por lo que se recomendaba la implementación de un plan maltusiano de control de la natalidad en los países del tercer mundo.
A partir de entonces la política exterior norteamericana adoptó como una de sus prioridades la reducción de la tasa de natalidad en estas regiones, y puso en práctica todas las recomendaciones que emanaban de los centros del poder internacional.
Así, por ejemplo, se condicionó cualquier ayuda financiera –vía Banco Mundial, BID, etc.- al cumplimiento estricto por parte de los gobiernos nacionales de las medidas de control demográfico que las grandes potencias exigían.
De modo pues que todos los planes de educación sexual, así como los proyectos de despenalización del aborto, que se implementan hoy en día a nivel global, tienen su origen en aquellas directivas del Poder Mundial.
El objetivo que se busca con este diseño geopolítico es que gran parte del planeta sea despoblado, y que grandes espacios territoriales se destinen como reservas naturales para el aprovechamiento de los países desarrollados.
La única oposición a estos planes hegemónicos, en nuestro país –así como en el resto de Hispanoamérica- pasa por los sectores pro-vida de la Iglesia Católica y los bolsones de resistencia nacionalista que aun subsisten. Todas las demás fuerzas políticas -desde la extrema izquierda hasta la derecha liberal- son funcionales a los planes de los mundialistas.
Por ello mismo cualquiera que sea el partido que logre acceder al gobierno en nuestro país, el Estado argentino mantendrá inamovible su política anti-natalista; y lo que es mas grave, de acuerdo a lo que se viene viendo, cada vez contará con mayor consenso en la sociedad civil.
Lamentablemente el panorama no es muy halagüeño; y ello no nos debe sorprender dado que nuestro país carece de todo poder de autodeterminación a raíz del divorcio que existe entre el Estado y la Nación argentina.
En efecto, nuestros gobernantes lejos de defender los intereses nacionales, son meros gestores de las políticas que vienen de afuera. Es decir, actúan como engranajes o apéndices de un poder formal u aparente.
La cruda verdad es que el Poder Real en el mundo pasa por los organismos y logias (como la famosa Comisión Trilateral, el Council on Foreign Relations, el grupo Bilderberg, los Iluminati y el Club de Roma), que constituyen un entramado de poderes manejados en última instancia por los banqueros internacionales de la Alta Finanza.
Esta verdadera oligarquía mundial lo que pretende es sencillamente apoderarse de todo; y nuestra clase dirigente, que debería defendernos, esta a su servicio. Con su complicidad se destruyó la industria nacional, se contrajo y se legitimó la fraudulenta deuda externa, se extranjerizaron nuestras empresas nacionales, las pymes y los recursos mineros.
Ahora este oscuro poder, bien catalogado por el Papa Pío XI como el Imperialismo Internacional del Dinero, viene por nuestras tierras fértiles, nuestra agua potable, y en definitiva por los alimentos que el primer mundo necesita.
Cada crisis económica –por ellos creadas y controladas- les permite avanzar un paso más. La devaluación de nuestros recursos y de nuestra moneda, les permite a los capitales extranjeros adquirir a precio vil nuestras riquezas, empresas, tierras, y demás recursos naturales, (a eso le llaman inversión).
Y no solo se trata de limitar el crecimiento de la población y apropiarse del patrimonio nacional sino también de impedir todo crecimiento industrial, así como limitar el desarrollo agrícola, con la excusa de la ecología.
Algunos analistas señalan inclusive que no es descabellado que se provoquen nuevas guerras bacteriológicas. El SIDA, la tuberculosis, y virus como el Ebola, están devastando la población africana. Muchos de ellos justamente países señalados en el Memorándum 200 de Kissinger.
El hecho es que a tenor de todo lo que viene sucediendo, a nuestro pueblo solo le quedará pobreza y miseria, con lo que tendremos el terreno abonado para eventuales guerras sociales de pobres contra pobres; y para la virtual desaparición de aquello que se llamó la Argentina a consecuencia de la secesión territorial de provincias o de regiones enteras como la patagonia.
La única salida pasa por sumarse a la resistencia activa contra estas iniciativas, aportando nuestro granito de arena y teniendo presente que no nos enfrentamos a los actos aislados de un gobierno perverso; sino a todo un Sistema de dominación; es decir a un complejo, pero armonioso conglomerado político, económico y cultural, que responde a los intereses de los amos del mundo, y al cual es preciso impugnar y desbaratar.
*Publicado en revista MIlo Nº 2
domingo, 26 de junio de 2011
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