Negros nubarrones se ciernen sobre nuestras cabezas. Pasado ya el carnaval electoral, la delicada situación económica del país no puede seguir ocultándose. El gobierno tiene que admitir ahora que el modelo de endeudamiento y rapiña que implantó requiere de un ajuste.
En efecto, el crecimiento de la economía mundial llegó a su fin; la liquidez en el mercado financiero se esta acabando y ahora los organismos de crédito exigen a los países sobreendeudados que comiencen a enfriar sus economías y a pagar sus deudas.
El caso griego es un ejemplo, y a la Argentina pronto le tocará su turno.
La idea de que nuestro país esta “blindado” ante una crisis global no es más que una ilusión. No en vano la deuda externa nos encadena a los centros financieros internacionales, y no por nada nuestros gobernantes son los gerentes locales de ese poder mundial.
Y si bien es cierto que existen otros factores que inciden en la crisis; entre ellos la caída de los precios de las materias primas que exportamos y el debilitamiento de la demanda de nuestros principales socios comerciales; sus efectos no serán tan devastadores como la cuestión financiera.
Prueba de ello es que si bien el precio de la soja bajó, este aun sigue siendo bueno. Lo mismo pasa con nuestra relación comercial con el Brasil, la cual no ha variado prácticamente en nada a pesar de la devaluación del real.
Sin embargo para el año 2012 la Argentina deberá pagar 16.000 millones de dólares en concepto de vencimientos de la deuda externa; y para ello el proyecto del Presupuesto prevé el uso de casi 6.000 millones de dólares de las reservas del Banco Central, mientras que el resto será cubierto con endeudamiento.
De modo que el problema fundamental –aunque se lo trate de soslayar- esta en los pagos de la deuda que debe afrontar nuestro país. Deuda que, tal como lo dice la sentencia del juez Ballesteros, se ha comprobado que es ilegitima y fraudulenta; por lo cual su pago debería haberse suspendido hasta tanto no se determine que es lo que realmente corresponde pagar.
Esta pesada carga -que todos los gobiernos democráticos han convalidado-, anula cualquier posibilidad de una política económica soberana y nos supedita a los dictámenes de los organismos de crédito internacional; los cuales invariablemente le imponen a todo país endeudado medidas tales como la devaluación monetaria, el congelamiento de salarios y de subsidios, la paralización de obras públicas y de servicios asistenciales, y otras medidas de similar carácter recesivo.
Con esta situación el gobierno no tendrá otra opción que decirle a la gente que la fiesta llegó a su fin, y que los usureros vienen por su libra de carne.
Y esto hará caer también otra mentira: la del desendeudamiento.
En ese sentido el kirchnerismo se ha jactado de haber pagado gran parte de la deuda y de haber recuperado soberanía, cuando en realidad solo se estuvo pagando parte de los intereses de la misma, y ello contrayendo nuevas deudas; mientras el capital se refinanció bajo condiciones leoninas y los intereses impagos pasaron a integrar el capital (anoticismo).
Se dio así la paradoja de que, a pesar de ser este el gobierno más pagador de nuestra historia, hoy la Argentina se encuentra mas endeudada que cuando asumieron los Kirchner.
Para colmo de males, la sangría monetaria que ocasiona el pago de esta deuda ilegitima nos ha hecho perder la oportunidad histórica de desarrollar el país con el ahorro interno; sin pedirle un peso a nadie, y sin darle facilidades desmesuradas a capitales foráneos que por lo general se llevan más de lo que dejan.
Lejos de hacer entonces lo que convenía a los intereses nacionales y al bien común, el gobierno aprovechó las buenas condiciones internacionales –el alto precio de la soja principalmente- y la disponibilidad de los fondos del Anses, para pagar los intereses de la deuda externa y aumentar el gasto público improductivo; con lo cual pudo estimular el consumo y crear una prosperidad ficticia.
Ahora la crisis financiera internacional esta golpeando nuestras puertas y la fuga de capitales por el pago de la deuda se torna imparable. Eh aquí la causa verdadera de la inflación.
Sin embargo tanto los liberales ortodoxos de la pseudo-oposición, como los heterodoxos del gobierno, se niegan a admitir esto. Ambos pretenden encontrar soluciones operando sobre las consecuencias y no sobre las causas.
Los ortodoxos proponen poner fin a la expansión monetaria, devaluar el peso, y terminar con el déficit fiscal reduciendo los subsidios.
Mientras que los heterodoxos apuestan a sacrificar las reservas para mantener el precio del dólar y a aplicar severos controles cambiarios. En tanto siguen confiscando ahorros y metiendo mano en las rentas de los productores.
En lo que coinciden ambos es en arreglar con el Club de Paris y normalizar las relaciones con el FMI para volver a tomar deuda; es decir en endeudarse para seguir pagando. Y esto es justamente lo que le interesa a los acreedores: que sigamos perpetuamente encadenados a la usura.
Por ello los nacionalistas, si es que queremos atacar el nudo de nuestros problemas económicos, debemos insistir con esta cuestión, es decir tenemos que reclamar la investigación de la deuda y la suspensión de su pago, pues como decía Alejandro Olmos “o se esta con el pago de la deuda externa y en contra del país, o se esta con el país y en contra del pago de la deuda”.
Edgardo Atilio Moreno
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