domingo, 15 de abril de 2012

EL REPOSO DEL GUERRERO*



Escribe: Cecilio Jack Viera

El fracaso de los militares en la política no es un hecho propiamente argentino. Responde a la época, a las características de este tiempo final de la historia. Ese fracaso, en rigor, no indica otra cosa que la decadencia actual; solo nos dice que nuestra época no esta a la altura de la guerra, de la verdadera guerra. Vivimos tiempos malsanos, en que falta una Ética del guerrero, un código moral y una vía espiritual propias del hombre llamado a la lucha.
Pero nótese que decimos “guerrero” no simplemente “militar”. Hay toda una diferencia que ya Ortega y Gasset señalaba oportunamente: “el militar es el guerrero domesticado por el burgués”. Es decir, puesto al servicio de los valores burgueses, castrado de su verdadera dimensión: la virilidad espiritual, o sea el triunfo seguro y permanente sobre la animalidad, sobre el materialismo centrado en los valores económicos.
Por otra parte, conviene recordarlo, la revolución francesa y sus congéneres no han sido en esta perspectiva, otra cosa que el triunfo del buen burgués puesto como prototipo de lo humano. La vida heroica quedaba pues automáticamente negada. Solo seria considerado “humano” el disfrute pacifico de los pequeños goces del animal satisfecho.
A este respecto la tradición, tanto oriental como occidental, es unánime: la casta guerrera es superior a la casta burguesa. La vida heroica es superior al disfrute de los bienes económicos. La política, la gran política de conducir pueblos, es superior a la procura del sustento diario. Tanto en occidente (Edad Media) como en oriente (sistema de castas de la India) el guerrero y su ética están por encima del productor, cuya misión social es allegar bienes económicos. La “virtud” es esencialmente, como indica su etimología latina que une la idea de “fuerza”, vigor y viril cosa propia del Varón por antonomasia, el hombre se emancipa de su costado “femenino”, temeroso, que se apega a los bienes pasajeros de este mundo. El animal humano teme, como otro animal, a su destrucción física: la muerte. Pero ahí esta, en hombres excepcionales, otro elemento irreductible a la materia y sus ilusiones: es la “virilidad espiritual, la fuerza que viniendo de lo alto testimonia que mas allá de las apariencias sensibles, mas allá del animal, esta el costado inmortal que se sobrepone a la muerte.
Entonces resulta claro que en el “guerrero”, la vocación y el temple, no se reducen a una cierta aptitud por el deporte o el manejo de las armas. O ese gusto vulgar de querer mandonear, sobresalir a través de gritos. “Guerrero” en este alto sentido, los hay entre los militares profesionales, como en los civiles.
Y no ha sido la menor tragedia argentina, de estos últimos tiempos, el que en este campo, las vocaciones y sus realizaciones concretas anden embarulladas.
Hay muchos militares que no son guerreros de alma, como viceversa: hay algunos civiles cuyo temple profundo, su opción metafísica, su realización espiritual se expresan en la guerra. Una guerra –debe insistirse-, que no se reduce a la “carnicería”, a una suerte de “técnica para matar”, sino a algo mucho mas importante: “matar al pequeño yo” burgues y egoísta.
Lo odioso, entonces, de las guerras modernas ha sido esa técnica científica, propia del cálculo burgués, para aniquilar no solo al otro guerrero, sino también a las poblaciones civiles, no contendientes. Esta crueldad, que se ha apartado del código de honor del autentico guerrero, ha sido aprovechada por el “pacifismo”, que es el remate en la obra secular de hacer desaparecer de la tierra el espíritu heroico.
El pacifismo no busca la paz sino el oscuro dominio de otro tipo de hombre, definitivamente inferior: el de la “democracia universal”, el reinado totalitario de la masa. Una masa sin fronteras, sin Patria, sin tradiciones. Ese pacifismo no quiere la paz, sino la muerte de toda excelencia, de todo aquello que sobresalga sobre lo vulgar y mediocre. Por eso, tras la mascara “bonachona” del pacifismo universal, se esconde el rostro verdadero del odio inveterado de lo inferior a lo superior. Detrás de los “derechos humanos” se esconde el odio a la vocación heroica, a aquellos que testimonian que sobre el “hombre-cosa”, el “hombre-masa”, el hombre mero animal, existe el Hombre de resplandores divinos, el héroe.
Pues bien: en la argentina, vista en esa perspectiva, ha triunfados desde hace rato el militar sobre el guerrero. O sea ha triunfado el burgués disfrazado con galones. Naturalmente, y casi es superfluo consignarlo, hubo muchos auténticos guerrero en nuestras FF.AA. Pero lo que importa es el tono general, el encuadre de ideas y costumbres que signan el promedio. Por eso, salvo excepciones, las ultimas cúpulas militares no fueron otra cosa que los servidores “con espada al cinto”, de la burguesía. Transnacional, para colmo: Martínez de Hoz, servido por Videla, es el paradigma invertido de las relaciones normales: el burgués y la economía al servicio del guerrero y la política.
Lo malo, lo pésimo del actual desenlace, consiste en que el orden frente a ese desvarío no lo vienen a poner los auténticos guerreros. Vienen en tren de venganza, los representantes del pacifismo internacional, escudados en los “derechos humanos”, con aire justiciero de “cowboy”. Viene a acabar con todo resto de espíritu heroico. Por eso quieren sepultar la guerra de las Malvinas, por que ella testimonio las tremendas reservas de heroicidad de nuestro pueblo. Un pueblo que desafía ¡todavía! A los poderes internacionales conjurados para el triunfo final de la “democracia del dinero”.
En síntesis. 1) El Proceso militar no fue conducido por auténticos guerreros, sino por pequeños burgueses acuartelados, primos hermanos de los “civiles democráticos”. 2) Ambos adoran en el fondo, al dios Dinero. 3) San Martín dijo: “no desenvainar la espada sin causa, no envainarla sin honor”, aca los mamarrachos hicieron justo al revés en los dos casos. 4) Ridiculizaron así a la espada, al símbolo supremo de la virilidad espiritual, esto es peor aun que la transgresión de los “derechos humanos”. 5) Permitieron con su retirada vergonzosa (Bignone), con ese envainar deshonroso en Malvinas, la actual indefensión de la Patria. 6) La perdida del mar austral (Beagle) de consumarse, habrá que cargarlo también a su cuenta.
¡Animo pues guerrero, “militares y civiles”: la guerra espiritual no ha cesado! ¡Tiempo vendrá en que la masa, cansada en su loca carrera destructiva, aceptara gustosa y suplicante la vuelta al orden. No al orden “cerrado” cuartelero. Tampoco al orden policial o burocrático. Si al orden que emana naturalmente de los mejores hombres, los héroes, reconocidos ¡por fin! En la cúspide social.
Nuestra guerra es pues contra el desorden en que manda el inferior, contra nuestras tentaciones y pequeñeces, contra el burgués prosaico que llevamos dentro, contra la seducción del desanimo. Nuestro reposo, no estará en la paz hedonista ni menos aun en la capitulación ante la mediocridad. Nuestro reposo solo podrá consistir en la salvaguardia del Honor Nacional intacto!

* Articulo publicado en el periodico "Independencia", Numero 31, del 11 de octubre de 1984. 

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