
El pasado domingo 28 de julio
abandonó este valle de lágrimas nuestro querido profesor Carlos Alberto Zerda.
Hubo un tiempo en que el profesor
Zerda fue uno de los exponentes mas destacados
del nacionalismo santiagueño.
En efecto, sus numerosas cartas
al director, que el diario “El Liberal” publicó hasta que alguien lo hizo
entrar en alguna lista negra, ilustraron al patriotismo de muchos santiagueños,
con datos, información, y sólidos argumentos, destinados a defender la causa
que al profesor mas lo apasionaba, la causa de la soberanía y de la grandeza de
la Patria.
Sus amplios conocimientos en geopolítica
salían a la luz cada vez que era necesario defender la integridad del territorio
nacional y el patrimonio de los argentinos. El diferendo por el canal del
Beagle, la causa de Malvinas, los problemas limítrofes con Brasil, la defensa
de los hielos continentales, y el desmantelamiento de las Fuerzas Armadas,
fueron algunos de los temas que mas lo ocuparon.
Pero el profesor Zerda no solo se
valió de la pluma para defender a la
Patria; sabía que el testimonio y la docencia son una misión
ineludible de los nacionalistas; pero mas allá de ello también entendió que se
necesitaba de una militancia activa tendiente a obtener para el nacionalismo
una cuota de poder político que le permitiera coadyuvar al Bien Común.
Por eso, aunque detestaba la
politiqueria partidocratica, cuando lo creyó oportuno el profesor se animó a
participar de las luchas electorales.
Fue así que por allá de 1987, cuando
en nuestra provincia se creó el Movimiento Nacionalista Constitucional, el
profesor Zerda tuvo un lugar destacado en esa tarea y en consecuencia fue
nombrado vicepresidente de dicho partido.
Al año siguiente también estuvo
entre los fundadores del Instituto Arturo Jauretche. Desde allí colaboró con la
organización de conferencias y con el dictado de algunas.
En 1989, se alejó del Movimiento
Nacionalista Constitucional, indignado por la decisión de sus autoridades
–nacionales y provinciales- de ir a las elecciones en alianza con el peronismo.
Es que al profesor Carlos Zerda
le disgustaba tremendamente el populismo, el clasismo y la corrupción que veía
en el partido que fundó Juan Domingo Perón, a decir verdad, consideraba al
peronismo como un tremendo error, y una desgracia para la Nación. Y no era hombre de
andar con sutilezas, ni era partidario de andar haciendo indulgentes
distinciones.
Por razones similares en esa
época también se fue del Instituto Jauretche.
Mas cómodo se sintió incorporándose
a ARENA (Acción Republicana Nacionalista) aunque lamentablemente esta
organización ya estaba en su ocaso y se disolvió al fracasar el último
alzamiento carapintada.
En aquellos tiempos de desazón
para muchos, el profesor lanzó la idea de crear un Instituto de formación y
difusión, al que también por propuesta suya se bautizó Leopoldo Lugones.
El pequeño grupo de gente que
integró ese instituto fue la base sobre la cual a fines de 1992 se creo en
Santiago del Estero el MINEII -Movimiento por la Identidad Nacional
e Integración Iberoamericana-, que lideraba desde la prisión el coronel
Seineldin.
Lamentablemente la metodología
con la que se movió la conducción local de este movimiento también decepcionó
al profesor Zerda. Desilusionado pues por la ausencia de un rumbo claro en las
huestes nacionalistas, se apartó de la política para refugiarse en sus libros y
sus lecturas.
Pero el profesor nunca se olvidó
de sus ideales patrióticos. Ocasionalmente solíamos encontrarlo, y en las
breves charlas mantenidas sus comentarios pusieron siempre de manifiesto su permanente
preocupación por el destino de la
Argentina, así como su repudio a los enemigos de ella.
Quiera Dios tener misericordia
del alma de este patriota, de este buen padre de familia, de este hombre recto
y honrado; y quiera la
Santísima Virgen consolar a su familia, sobretodo a su hijo,
nuestro camarada y amigo, el ingeniero Carlos Alberto Zerda (h).
Nosotros en tanto, nos tomamos la
libertad de imaginamos al querido “profe” yá en la Patria Celestial, con sus mapas
y apuntes defendiendo a capa y espada como lo hizo siempre, la soberanía de la
que fue su Patria terrena.
Dr. Edgardo Atilio Moreno